Nefroesclerosis, endurecimiento de las paredes de las pequeñas arterias y arteriolas (pequeñas arterias que transportan la sangre de las arterias a los capilares aún más pequeños) del riñón. Esta enfermedad está causada por la hipertensión (presión arterial alta). La hipertensión puede estar presente en una persona durante 20 o 30 años sin que haya evidencia de afectación renal; estas personas suelen morir por otros efectos de la hipertensión, como la congestión de la sangre en el corazón, el endurecimiento del tejido cardíaco o la hemorragia cerebral (del cerebro). Si estas enfermedades no se producen primero, suele haber alguna afectación renal (del riñón). La nefroesclerosis se clasifica como benigna o maligna.

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La nefroesclerosis benigna es un deterioro gradual y prolongado de las arterias renales. Primero se engrosa la capa interna de las paredes de los vasos más pequeños, y gradualmente este engrosamiento se extiende a toda la pared, cerrando a veces el canal central del vaso. La grasa se deposita entonces en el tejido de la pared degenerada. Las arterias más grandes adquieren un exceso de tejido elástico, que puede bloquear sus canales. Ambas condiciones hacen que se bloquee el suministro de sangre a las zonas vitales del riñón y se produzca un deterioro del tejido.

En la nefroesclerosis maligna se produce un proceso similar pero a un ritmo mucho más rápido. La enfermedad puede desarrollarse tan rápidamente que hay poco tiempo para que se produzcan los cambios renales gruesos. Sin embargo, la superficie del riñón está casi siempre cubierta de grandes manchas rojas en los puntos donde se ha producido la hemorragia. En la enfermedad maligna, las paredes de las arteriolas se engrosan y pueden quedar cerradas por un rápido crecimiento celular. Los núcleos de estas células mueren y las fibras elásticas desaparecen. Con la pérdida de las fibras elásticas, las paredes de los vasos se vuelven mucho más frágiles y se distienden con facilidad. Son frecuentes las roturas y hemorragias graves. Las arteriolas a menudo sufren espasmos que pueden forzar la sangre a través de las lesiones en las paredes de los vasos; como resultado, los tejidos se hinchan. La nefroesclerosis maligna va acompañada de fuertes dolores de cabeza, confusión, visión borrosa, náuseas y vómitos, todo ello causado por un aumento drástico de la presión arterial. A menos que un tratamiento rápido pueda aliviar el aumento de la presión sanguínea, pueden producirse cambios tisulares en el corazón, que culminan en una insuficiencia cardíaca, o en el cerebro, que conducen a convulsiones y coma.

Los síntomas de la nefroesclerosis incluyen alteraciones de la visión, sangre en la orina, pérdida de peso y acumulación de urea y otros productos de desecho nitrogenados en la sangre, una condición conocida como uremia. El tratamiento incluye la administración de fármacos antihipertensivos, la eliminación de la infección y de cualquier obstrucción, y otras medidas para el alivio de la insuficiencia renal crónica.

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