La palabra hebrea que traducimos como paz es «shalom» y la forma en la que se usa no significa sentirse tranquilo ni sin conflicto. En cambio shalom, la paz, es el resultado de mantener relaciones correctas con Dios, entre nosotros/as y con la creación. El concepto de paz es integridad en la vida.

El Concilio de Obispos/as Metodistas Unidos/as, en su declaración de 1986 «En defensa de la creación», describió el fundamento bíblico de la paz de la siguiente manera:

«En el corazón del Antiguo Testamento está el testimonio de shalom, esa maravillosa palabra hebrea que significa paz. Pero la paz que es shalom no es negativa ni unidimensional; es mucho más que la ausencia de guerra. Es paz positiva: armonía, integridad, salud y bienestar en todas las relaciones humanas. Es el estado natural de la humanidad que nació de Dios. Es la armonía entre la humanidad y toda la buena creación de Dios pues toda la creación está interrelacionada; cada criatura, cada elemento, cada fuerza de la naturaleza participa en toda la creación. Si se le niega a alguien el shalom, todos quedan disminuidos». (Domingo de Paz con Justicia y Ofrenda Especial, Libro de Resoluciones de 2016).

En el Nuevo Testamento, Pablo comienza sus cartas: «Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo». Los/as obispos/as explicaron: «Las cartas de Pablo anuncian que Jesucristo es «nuestra paz». Es Cristo quien «derribó la barrera del odio que nos dividía», creando una humanidad, superando la enemistad, haciendo la paz (Efesios 2: 14-19)».

El pueblo metodista unido reconoce que «la tierra de Dios anhela la paz. Luchas domésticas, violencia y abuso interpersonal, conflicto civil, enfrentamientos étnicos y raciales, cisma religioso y rivalidad interreligiosa, ataques terroristas, guerras entre naciones y amenazas de uso de armas nucleares, químicas y biológicas, todo esto nos impide alcanzar el shalom de Dios».

«La Biblia hace a la justicia la compañera inseparable de la paz (Isaías 32: 17, Santiago 3: 18). Ambos apuntan a relaciones correctas y sostenibles en la sociedad humana, la vitalidad de nuestras conexiones con la tierra, el bienestar y la integridad de la creación. Concebir la paz sin justicia es comprometer la esperanza de que la justicia y la paz se abrazarán (Salmo 85: 10)».

¿Cómo será la paz? Cuando hay paz nadie pasa hambre, nadie está abandonado/a para valerse por sí mismo/a; nos apoyamos mutuamente para prosperar y celebramos las diferencias como regalos para el bien de todos/as. Cuando hay paz, no hay amenazas externas, aunque puede haber algunas, que nos impidan vivir la vida al máximo, y también hay motivo de alegría.

Cuando oramos por la paz y nos ofrecemos unos/as a otros/as la paz de Cristo, nos convertimos en canales de la paz sin fin de Dios que reordena el mundo hacia su plenitud.

Cuando actuamos en el espíritu de Cristo, podemos «sembrar amor donde hay odio, podemos perdonar donde hay injuria, podemos arrojar luz donde hay tinieblas. Como instrumentos de paz y justicia, podemos buscar reemplazar la discordia con armonía y reparar el quebrantamiento que destruye la integridad del shalom».

Las cartas de Pablo ofrecen la seguridad de que la paz no es algo que tengamos que esperar en un futuro aún por determiner pues Dios está derramando paz sobre nosotros/as en este momento.

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Los/as obispos/as nos recuerdan: «No importa lo mal que estén las cosas, la obra creativa de Dios continúa. La resurrección de Cristo nos asegura que la muerte y la destrucción no tienen la última palabra.

Pablo enseñó que a través de Jesucristo, Dios ofrece redención a toda la creación y reconcilia todas las cosas, «ya sea en la tierra o en el cielo» (Colosenses 1: 20). El Espíritu de Dios está trabajando siempre y en todas partes en el mundo, luchando contra la pobreza, restaurando la salud, renovando la creación y reconciliando a los pueblos».

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