Después de una primera temporada muy ñoña y autocomplaciente me alegró ver que esta serie se asentara un poco y no fuera tan obvia y complaciente consigo misma. La cuarta temporada nos lleva a unas elecciones en las que el presidente lleva consigo una decisión moralmente dudosa (e ilegal) y yo estaba deseando que esto presionara sobre la Casa Blanca mientras se desarrolla la batalla de un año electoral. Es extraño entonces que, con estos hilos sobre la mesa al entrar en la temporada, ésta parezca un poco insegura sobre lo que está haciendo. El asesinato permanece en el fondo de la temporada y se podría haber hecho más con él sólo en términos de los personajes, pero la mayor sorpresa para mí fue la elección. En lugar de ser un acontecimiento impactante, se ha hecho en un puñado de episodios -compárese con la agotadora realidad de la campaña electoral y el constante juego que vemos en las noticias-. Me sorprendió y decepcionó que terminara con tan poco alboroto y tan pocas consecuencias, y no estoy seguro de por qué fue así.
Aparte de esto, tenemos algunos episodios agradables de personajes específicos que son decentes a pesar de que la serie no es realmente una para el desarrollo de personajes fuertes – pero al menos le da al elenco algo más que hacer aparte de golpear sus marcas mientras las cámaras se mueven por los pasillos. El resultado, sin embargo, es que la temporada se siente fragmentada porque no parece tener un ritmo consistente, y a veces se hunde en la petulancia ñoña. Entiendo que con un reparto tan grande sea necesario recortar y que haya gente que abandone, pero la forma en que se hace es bastante molesta y me hizo sentir que se suponía que debía estar bien con ello y que los guionistas tomaron las opciones fáciles cuando pudieron. Los últimos episodios son casi hilarantes, ya que tenemos un giro argumental obvio hacia el final de la temporada – es todo muy dramático y digno, pero se siente como un nuevo espectáculo que está sucediendo de la nada.
El elenco sigue siendo bueno, pero en muchos aspectos la escritura los decepciona esta temporada. Los momentos de los personajes les arroja algunos buenos momentos «fuera de la oficina» pero en su mayoría están en el trabajo y la falta de un tono e hilo conductor consistente los limita tirando un poco de ellos. Sheen, Janney, Spencer, Whitford y otros siguen siendo buenos, pero algunos de los nuevos miembros del reparto luchan por dejar su huella, con Malina a la que se le da demasiado, demasiado pronto, mientras que Parker intenta hacer una gracia crujiente pero no lo consigue del todo y nunca se siente como una persona real. El desfile de estrellas invitadas es una distracción más que una ventaja: Slater, Perry y otros no aportan mucho al programa más que sus nombres y caras. Goodman hace una aparición dramática hacia el final de la temporada, esperemos que la 5ª temporada haga un buen uso de él y no se limite a verlo salir por la puerta con un mínimo alboroto.
No es que la cuarta temporada sea mala (no lo es), es sólo que parece intrascendente. Los hilos argumentales no se aprovechan al máximo y no da la sensación de ir a ninguna parte. Esta sensación se hace aún más evidente por lo alocados que son los últimos episodios, en los que se busca un final dramático para atraer a la gente a la siguiente temporada. Seguirá gustando a los que buscan que la serie haga lo que siempre ha hecho, pero es decepcionante que aquí parezca dar un paso atrás en lugar de fortalecerse.