La bendopnea es un síntoma de insuficiencia cardíaca (IC) descrito recientemente por Thibodeau et al,1 caracterizado por la dificultad para respirar al inclinarse. Ocurre con frecuencia al realizar acciones cotidianas como atarse los cordones de los zapatos o ponerse los calcetines.

La disnea en sus diversas formas (disnea de esfuerzo, ortopnea y disnea paroxística nocturna) es un síntoma importante y extremadamente frecuente en la IC. La disnea de esfuerzo también se encuentra en otras afecciones, especialmente en las enfermedades respiratorias, por lo que es un marcador moderadamente sensible pero relativamente inespecífico de la IC. La ortopnea se asocia más directamente con el aumento de las presiones de llenado y, por tanto, es mucho más específica.1,2 En su descripción original de la bendopnea, publicada en 2014, Thibodeau et al. analizaron la frecuencia de este síntoma en pacientes con IC con disfunción sistólica del ventrículo izquierdo (IC con fracción de eyección reducida ) remitidos para cateterismo cardíaco.1 La investigación de la bendopnea en este estudio se basó en una evaluación objetiva, en la que el paciente adoptó la posición adecuada en presencia de un investigador, y el síntoma se identificó en el 28% de los individuos.

Patofisiológicamente, la condición parece estar relacionada con el aumento posicional de las presiones de llenado del ventrículo izquierdo y derecho en pacientes cuyas presiones basales ya están elevadas1 (aunque no está claro si están implicadas las presiones intratorácicas o intraabdominales), y generalmente aparece dentro de los 30 s siguientes a la inclinación. Es aún más frecuente (48,8%) en pacientes con IC descompensada, con fracción de eyección reducida o conservada.2 Algunos autores consideran que puede ser un marcador valioso para la identificación precoz de la IC descompensada.3 También parece estar relacionado con la mortalidad a corto plazo.2 En estudios funcionales realizados con pruebas de ejercicio cardiopulmonar, la bendopnea se asoció con una VE/VCO2 elevada.4

En su estudio publicado en este número de la Revista, Martínez Cerón et al. analizan la asociación entre las diferentes formas de disnea y las enfermedades crónicas no transmisibles, en particular las cardiopulmonares, en atención primaria de salud.5 En el estudio participaron 633 personas de 45 a 99 años seleccionadas al azar, que rellenaron un cuestionario y se sometieron a una evaluación clínica, pruebas de laboratorio, electrocardiografía y ecocardiografía. Los autores concluyeron que la bendopnea era la única forma de disnea no asociada a la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), pero que estaba asociada a la IC, en particular a la IC con fracción de eyección preservada (ICpEF). Curiosamente, también informaron de asociaciones significativas con la depresión y la diabetes, un hallazgo que merece una investigación más detallada.

Sin embargo, el estudio tiene ciertas limitaciones que deben tenerse en cuenta. En primer lugar, el cuestionario es muy subjetivo y no permite un análisis objetivo de los síntomas analizados. Por ejemplo, la dificultad para agacharse podría deberse a problemas musculoesqueléticos o de otro tipo más que a la disnea. La atribución de diagnósticos de comorbilidades también es inadecuada: la presencia de EPOC se determina sólo por la historia clínica y no se confirma mediante pruebas diagnósticas, y la IC también se definió de forma muy amplia, sin diferenciar entre la IC izquierda y la derecha, y la FEM de la IC se diagnosticó únicamente sobre la base de la función sistólica, sin referencia a biomarcadores como el péptido natriurético tipo B, que son esenciales para este diagnóstico. Otros diagnósticos también carecieron de precisión, en particular el de la diabetes, para la que una sola medición de la glucemia en ayunas es insuficiente sin otras evaluaciones, en particular la determinación de la HbA1c. En cuanto al análisis estadístico, otra limitación importante se refiere al tamaño de la muestra. Si bien el tamaño global de la población es significativo, los subgrupos analizados son pequeños: sólo 22 participantes presentaban EPOC, 35 HFpEF y 29 HFrEF. Es poco probable que el análisis estadístico, especialmente el análisis multivariante, en muestras tan pequeñas sea concluyente. Esta puede ser la razón por la que el estudio no encontró ninguna asociación entre la bendopnea y la ICFE, a diferencia de publicaciones anteriores, y la relación con la diabetes puede haberse debido al azar. De hecho, todas las asociaciones -o la falta de ellas- comunicadas en el estudio deben considerarse con considerable precaución.

El trabajo tiene el mérito de intentar abordar la cuestión de la sintomatología de las enfermedades crónicas en un entorno de atención primaria. También pretende correlacionar la aparición de la disnea, un síntoma común en la IC, con su aparición en otras enfermedades. La bendopnea es, sin duda, un síntoma valioso, como demuestran los resultados de Thibodeau et al. Sin embargo, se requiere un análisis más detallado de su especificidad, tarea que Martínez Cerón et al. intentan, pero de forma limitada. Serán necesarios nuevos estudios con poblaciones más amplias (y, por tanto, con mayor potencia estadística) de pacientes con ICpEF, ICrEF y, especialmente, EPOC y otras enfermedades respiratorias, así como con un grupo de control, utilizando definiciones precisas que permitan evaluar con exactitud los diferentes diagnósticos considerados, y un análisis detallado de la especificidad y la sensibilidad de este nuevo y prometedor síntoma.

Conflictos de intereses

El autor no tiene conflictos de intereses que declarar.

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