El 21 de abril de 2009, una nueva investigación muestra grandes diferencias en el modo en que el organismo metaboliza los azúcares fructosa y glucosa. Pero los hallazgos tienen poca relevancia para el debate actual sobre si el jarabe de maíz de alta fructosa es un villano dietético mayor que otros azúcares añadidos a los alimentos procesados, dicen los expertos.
Los participantes en el estudio con sobrepeso mostraron más evidencias de resistencia a la insulina y otros factores de riesgo de enfermedad cardíaca y diabetes cuando el 25% de sus calorías provenían de bebidas endulzadas con fructosa en comparación con las bebidas endulzadas con glucosa.
Ambos grupos ganaron peso durante el estudio de 10 semanas, pero el grupo de la fructosa ganó más de la peligrosa grasa del vientre que se ha relacionado con un mayor riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular.
El estudio mostró claras diferencias en la forma en que el cuerpo metaboliza la fructosa y la glucosa, dijo el investigador de nutrición y principal investigador Peter J. Havel, PhD, de la Universidad de California en Davis, dice a WebMD.
Pero los resultados no demuestran que el jarabe de maíz con alto contenido en fructosa (JMAF), utilizado en todo tipo de productos, desde refrescos hasta cereales, en EE.UU., sea peor para la salud que otros azúcares añadidos.
Esto se debe a que, a pesar de su nombre, el jarabe de maíz de alta fructosa es químicamente similar a otros edulcorantes muy utilizados, como el azúcar de mesa (sacarosa), la miel e incluso los edulcorantes elaborados a partir de zumos de frutas concentrados.
Todos ellos contienen glucosa y fructosa en cantidades aproximadamente iguales. El jarabe de maíz de alta fructosa que se utiliza en la mayoría de los refrescos y otras bebidas endulzadas en Estados Unidos contiene aproximadamente un 55% de fructosa y un 45% de glucosa, en comparación con la proporción 50/50 de fructosa-glucosa que se encuentra en el azúcar de mesa.
«Cualquier azúcar añadido que se utilice como alternativa al jarabe de maíz de alta fructosa tendría una composición química similar», explica a WebMD el doctor Matthias H. Tschop, investigador de la obesidad de la Universidad de Cincinnati. «Aunque es posible que haya diferencias en la forma en que estos azúcares afectan a las vías metabólicas, no conozco ningún estudio que lo demuestre».
Pero Tschop dice que el estudio recién divulgado es un importante paso adelante en la comprensión del impacto metabólico de la glucosa y la fructosa, aunque las implicaciones para la salud pública en el mundo real sean menos claras.