Nuestra fascinación por las dramatizaciones de los conflictos morales, y las implicaciones en nuestras aulas.
Jonathan Haidt ha descubierto que la moralidad no es sólo pensar, sino también sentir. Es decir, los seres humanos toman decisiones morales en función de lo que sienten cuando se enfrentan a una experiencia. Por ejemplo, el asco es una emoción moral, y la teoría biológica evolutiva sugiere que los seres humanos que sienten asco por cosas que podrían perjudicarles (por ejemplo, la sangre, el incesto, la carne podrida) vivirán para tener una descendencia más exitosa. Por lo tanto, el argumento de Haidt es que somos biológicamente capaces de experimentar emociones morales de forma «organizada antes de la experiencia».
Aunque todos tenemos la capacidad de sentir emociones morales, es lógico que diferentes personas nazcan con diferentes sensibilidades (o fortalezas en esas capacidades) o distribuciones de las mismas. Por ejemplo, a algunas personas les da asco ver heces, pero a otras no parece molestarles. Haidt dice que, la socialización nos enseña qué experiencias deben activar nuestras capacidades de emoción moral.
La peor idea de toda la psicología es la de que la mente es una pizarra en blanco al nacer. – Jonathan Haidt
Haidt aplica este pensamiento para explicar el actual cisma entre liberales y conservadores. Dice que hay cinco dimensiones a lo largo de las cuales los liberales y los conservadores están en desacuerdo, y las llama los «fundamentos morales».
Los 5 fundamentos morales se describen con mayor detalle en su libro The Righteous Mind (Haidt 2013).
- Daño/cuidado,
- Justicia/reciprocidad,
- Ingrupo/lealtad,
- Autoridad/respeto, y
- Pureza/santidad.
Al menos desde las antiguas obras de moralidad, las dramatizaciones del conflicto entre estos fundamentos morales han cautivado al público y a la imaginación de escritores desde William Shakespeare hasta Jerry Seinfeld.
Una de las películas que mi hija Emma Seager y yo disfrutamos es Whiplash, en la que Miles Teller interpreta a un estudiante de batería llamado Andrew, que estudia bajo la dirección de un director de orquesta autoritario que finalmente es despedido de su trabajo de profesor por intimidar a sus alumnos. Sin embargo, el director de orquesta parece ofrecer al estudiante una oportunidad para reconciliarse, invitándole a tocar la batería en un concierto profesional. Su actuación proporciona la escena culminante (*alerta de spoiler*), que revela que el verdadero motivo del director era humillar al estudiante de batería en público, como venganza por la denuncia de acoso que el estudiante presentó contra el director.
Mientras el batería sale del escenario avergonzado, lo que ocurre a continuación revela el conflicto moral fundamental en torno al cual gira toda la película.
El batería rechaza el socorro emocional de su padre (que le espera obedientemente entre bastidores) y vuelve a la batería para empezar a tocar la siguiente canción, sin esperar al director.
«Te voy a dar la entrada», dice el batería al bajista.
Además, sigue tocando un solo mucho después de que el director haya terminado la canción para el resto de la banda.
En resumen, el baterista usurpa la autoridad del director.
Como miembros del público, sin duda esperamos que el director monte en cólera contra el baterista y lo eche físicamente del escenario.
Salvo que el baterista toca tan bien, que el director no tiene esa rabieta. Se somete a la autoridad del baterista porque el principio moral que más aprecia es la santidad de la música.
El efecto es convertir al director de orquesta en un personaje mucho más simpático y complejo de lo que el público le atribuía anteriormente, y provocar la pregunta en la mente de los espectadores sobre si tendrían el valor que el baterista demostró.
La mayoría de nosotros ciertamente no lo tendríamos.
Aunque Haidt es profesor de la Universidad de Nueva York, descubrió sus fundamentos morales, y las diferencias en los principios que la gente aprecia, estudiando a las personas fuera del aula. Y en la charla TED mencionada anteriormente, aplica su teoría al discurso político, en el que la Regla de Platino podría funcionar bien para mejorar la comunicación empática a través de las divisiones políticas.
No obstante, al igual que el ejemplo de Whiplash, Haidt ha trasladado su preocupación al conflicto moral dentro del aula. El último libro de Haidt es The Coddling of the American Mind (2018) y puedes leer más sobre él en Medium.
En Mi problema de liderazgo, describí que a veces, los estudiantes no van a disfrutar de ser desafiados. Efectivamente, una nueva investigación muestra que las «advertencias de activación» (por ejemplo, Sam L. Manzella 2016) que muchos campus estadounidenses han adoptado para tratar de proteger a sus estudiantes del daño emocional pueden, de hecho, ser perjudiciales para su educación (Craig Harper 2018).
Una de las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes adultos en la universidad, en que la pubertad les enseña que el crecimiento ocurre mientras están dormidos, sin hacer nada. Pero la mayoría de los estudiantes han completado la pubertad cuando llegan a la universidad. (Yo fui una excepción de 17 años que creció casi una pulgada en mi primer año). El duro despertar al que se enfrentan es que una vez que la pubertad ha terminado, La clave de su crecimiento personal es una palabra de la que nunca han oído hablar.