La historia de la adquisición de los Libros Sibilinos por parte de Lucio Tarquinio Superbus, el semilegendario último rey del Reino Romano, o Tarquinio Prisco, es uno de los famosos elementos míticos de la historia romana.
Hace siglos, coincidiendo con la 50ª Olimpiada, no mucho antes de la expulsión de los reyes de Roma, una anciana «que no era natural del país» llegó de incógnito a Roma. Ofreció nueve libros de profecías al rey Tarquino; y como el rey se negó a comprarlos, debido al precio exorbitante que exigía, quemó tres y ofreció los seis restantes a Tarquino al mismo precio elevado, a lo que él se negó de nuevo, por lo que ella quemó tres más y repitió su oferta. Tarquino cedió entonces y compró los tres últimos al precio original completo, tras lo cual ella «desapareció de entre los hombres».
Los libros se guardaron a partir de entonces en el Templo de Júpiter en la Colina Capitolina, Roma, para ser consultados sólo en casos de emergencia. El templo se quemó en los años 80 a.C., y los libros con él, por lo que fue necesario volver a recopilar las profecías sibilinas de todas las partes del imperio (Tácito 6.12). Éstas se clasificaron cuidadosamente y las que se consideraron legítimas se guardaron en el templo reconstruido. El emperador Augusto las trasladó al templo de Apolo en el Palatino, donde permanecieron durante la mayor parte del resto del periodo imperial.
La sibila de Cumas aparece en las obras de varios autores romanos, como Virgilio (las Églogas, la Eneida), Ovidio (las Metamorfosis) y Petronio (el Satírico).
Historias contadas en la Eneida de VirgilioEditar
La sibila de Cumas profetizaba «cantando los destinos» y escribiendo en hojas de roble. Estas se disponían dentro de la entrada de su cueva, pero si el viento soplaba y las dispersaba, ella no ayudaba a recomponer las hojas y recrear la profecía original.
La Sibila era una guía del inframundo (Hades), cuya entrada se encontraba en el cercano cráter del Averno. Eneas empleó sus servicios antes de su descenso al mundo inferior para visitar a su padre muerto Anquises, pero ella le advirtió que no era una empresa ligera:
Troyano, hijo de Anquises, el descenso del Averno es fácil.
Toda la noche, todo el día, las puertas del Hades están abiertas.
Pero desandar el camino, subir al dulce aire del cielo,
Eso sí que es trabajo.– Eneida 6.126-129.
La Sibila actúa como puente entre los mundos de los vivos y los muertos (cf. concepto de liminalidad). Ella muestra a Eneas el camino hacia el Averno y le enseña lo que necesita saber sobre los peligros de su viaje.
Historias relatadas en las Metamorfosis de OvidioEditar
Aunque era mortal, la Sibila vivió unos mil años. Alcanzó esta longevidad cuando Apolo le ofreció concederle un deseo a cambio de su virginidad; ella tomó un puñado de arena y pidió vivir tantos años como granos de arena tuviera. Más tarde, después de que ella rechazara el amor del dios, éste permitió que su cuerpo se marchitara porque ella no pidió la juventud eterna. Su cuerpo se hizo más pequeño con la edad y finalmente fue guardado en un frasco (ampolla). Finalmente, sólo quedó su voz (Metamorfosis 14; compárese con el mito de Tithonus).