Durante este periodo, el título de boyardo era concedido por el Gran Príncipe (o, a partir de Iván IV, por el Zar). Los boyardos eran, por lo general, representantes del nivel más alto de la sociedad aristocrática moscovita, una casta cerrada cuyos miembros ocupaban puestos militares y administrativos en el zar.
Los diversos clanes de boyardos de Moscovia competían constantemente entre sí por la influencia, el poder y las riquezas, siendo su premio final asegurar el trono para su grupo. Cuando el zar Vasilii III murió en 1533, su hijo y heredero sólo tenía tres años. La madre de Iván IV asumió el papel de regente y mantuvo el equilibrio entre las alianzas de los boyardos. Sin embargo, fue envenenada cinco años después (presumiblemente por clanes rivales), y los grupos de boyardos se enzarzaron en agrias luchas para intentar asegurar su influencia en la corte y conseguir el trono. El poder cambió de manos tres veces, y cada intercambio estuvo acompañado de envenenamientos, encarcelamientos, ejecuciones y exilios; incluso los metropolitanos, los jefes de la Iglesia Ortodoxa Rusa, fueron nombrados y depuestos a capricho. Las facciones de boyardos trataban al niño Iván con desprecio: le negaban la comida y la ropa habituales; robaban los tesoros de su familia; le negaban amigos y parientes; se cometían asesinatos en su presencia. Con el tiempo, Iván alcanzó la mayoría de edad y comenzó a gobernar, y nunca olvidó el trato que recibió de los boyardos. En la segunda parte de su reinado, se esforzó por acabar con su poder y sustituirlos por la alta burguesía de servicio, dependiente y completamente leal al zar.