La vida en Mary King’s Close, en Edimburgo, en el siglo XVII, era poco higiénica. Los habitantes vivían en calles estrechas y sinuosas, hacinados en viviendas de hasta siete pisos de altura.
Sin un sistema de alcantarillado adecuado, los inquilinos se limitaban a verter los residuos en las calles de abajo. Las ratas corrían salvajes en la cercanía llevando pulgas con ellas a todas partes. Cuando las pulgas se infectaron con la bacteria Yersinia pestis, más conocida como la peste bubónica o «La Peste Negra», significó el desastre para los residentes de Mary King’s Close.
Cuando la Peste Negra apareció por primera vez en las Islas Británicas, parecía ser un problema sólo en los territorios ingleses. Los escoceses se deleitaban llamándola «la asquerosa muerte de los ingleses». Sin embargo, pronto las ratas, las pulgas y las bacterias llegaron a Escocia. El país perdió una cuarta parte de su población a causa de esta plaga. En los estrechos barrios de Mary King’s Close, la enfermedad fue especialmente devastadora.
Existe un mito persistente según el cual, en un esfuerzo por poner en cuarentena a las víctimas, los funcionarios de la ciudad de Edimburgo sellaron Mary King’s Close en 1644, dejando que unos 600 habitantes perecieran en su interior sin esperanza.
En realidad, las víctimas de la peste fueron bien atendidas, y el ayuntamiento gestionó el brote de forma eficiente y compasiva. Las familias lo suficientemente sanas como para ser trasladadas fueron llevadas a Burgh Muir. Los que no pudieron ser trasladados avisaron a los trabajadores colocando banderas blancas en sus ventanas para que se les entregara comida y carbón a sus puertas. El médico de la peste, George Rae, llegó entonces al pueblo vestido de cuero de pies a cabeza y con una extraña máscara en forma de pájaro para protegerse de la enfermedad. (Funcionó; el cuero impidió que las pulgas picaran a Rae y éste sobrevivió al brote). Para salvar a una víctima de la peste, Rae cortaba la parte superior de la llaga de la víctima y metía un atizador al rojo vivo en la herida para cauterizarla. Aunque sin duda es horrible, la técnica salvó vidas.
Tras el paso de la peste, los inquilinos siguieron viviendo en Mary King’s Close hasta principios del siglo XX, cuando fue vaciado y sellado. La última persona que se fue, lo hizo en 1902. El Royal Exchange se construyó encima y el close fue olvidado. No se redescubrió hasta que unos obreros que excavaban en la calle de arriba perforaron accidentalmente las sinuosas calles. El cierre se utilizó como refugio antibombas durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde la década de 1990, Mary King’s Close se ha convertido en un lugar turístico muy popular, con visitas guiadas por recreadores históricos, y atrae a los interesados en su macabra historia y en muchas historias de fantasmas. Uno de los fantasmas más famosos que se supone que vive aquí es el de una niña de 10 años llamada Annie que murió de peste. Los creyentes informan de cambios de temperatura y de que sienten una extraña presencia en su habitación. Muchos han dejado juguetes, muñecas y dulces para ella en el recinto.
Se realizan visitas los siete días de la semana, durante todo el año (excepto el día de Navidad) con eventos especiales a lo largo del año, incluyendo una mirada a lo que sería la Navidad en el mejor momento del recinto.