Nuestra necesidad de amor está presente desde que estamos en el vientre materno; nuestra capacidad de crecimiento y desarrollo saludable (físico, mental y emocional) depende de ello. Nacemos con una predisposición a dar y con un anhelo de recibir amor, y nuestra capacidad para hacer cualquiera de las dos cosas depende de que la otra se cumpla.
Entonces, si todos tenemos la capacidad de amar y todos necesitamos amor, ¿por qué es tan difícil encontrarlo? La respuesta convencional a esta pregunta es que el amor -el verdadero amor- es raro, y que encontrarlo es cuestión de suerte, de estrellas alineadas y de intervención divina. Pero la verdad es mucho más sencilla: en realidad no lo estamos buscando.
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Repito: la mayoría de las personas, la mayor parte del tiempo, no estamos buscando el amor -incluso cuando estamos desesperados por encontrarlo-. El amor -el verdadero amor, el que nutre las relaciones y a las personas comprometidas con ellas- es algo muy específico, definido por el respeto, la compasión, el perdón, la aceptación, la fidelidad y la seguridad. Esto es lo que llamamos sustentadores de las relaciones saludables en Amar en la Zona de Crecimiento, el «manual de los amantes» del que somos coautores mi esposa Zara D. Green y yo.
Sin embargo, estas no son las cosas que nos enseñan a buscar en nuestra búsqueda del amor. En cambio, en nuestra búsqueda de un amor auténtico y duradero, se nos enseña a buscar:
Buena apariencia: La persona más atractiva físicamente que puedas encontrar.
Buena vida: Alguien dispuesto y capaz de compartir el estilo de vida que tienes o al que aspiras.
Buen sexo: Alguien que satisfaga todas tus fantasías eróticas y necesidades sexuales.
Buen dinero: Alguien con medios económicos y potencial para ganar dinero.
Buen estatus: Alguien que te aportará popularidad y respeto por asociación.