Hillel, (florecido en el siglo I a.C. – primer cuarto del siglo I d.C.), sabio judío, principal maestro del comentario bíblico e intérprete de la tradición judía de su época. Fue el venerado jefe de la escuela conocida por su nombre, la Casa de Hillel, y su disciplina exegética cuidadosamente aplicada llegó a llamarse las Siete Reglas de Hillel.
Hillel nació en Babilonia, donde recibió su educación temprana y secundaria. De joven fue a Palestina para continuar sus estudios avanzados bajo los principales maestros de las Escrituras y de la Ley Oral que pertenecían al grupo o partido llamado Fariseos. Aunque no se puede hacer un recuento estrictamente biográfico de la vida de Hillel, ya que prácticamente todos los relatos sobre él están llenos de leyendas, las fuentes literarias se combinan de forma coherente para reunir lo que se puede llamar la primera personalidad distintiva del judaísmo talmúdico, la rama del pensamiento y la tradición judía que creó el Talmud, una obra de comentarios sobre la Ley Oral. Dicho de otro modo, puede decirse que la vida de Hillel es algo más que un vago recuerdo de anécdotas o un nombre con uno o dos refranes adjuntos.
Más de una historia subraya la devoción incondicional de Hillel por el estudio. Como ocurre con la mayoría de los sabios talmúdicos, no se atribuyen a Hillel milagros ni actuaciones sobrenaturales, pero se le representa como una persona de virtudes ejemplares, incluso superlativas. Según los relatos tradicionales, es el modelo de la paciencia, e incluso cuando algunos intentan insultarlo repetidamente, su ecuanimidad y civismo no se ven afectados. Aparece como un ferviente defensor de la conducta pacífica, un amante de todos los hombres, un estudiante diligente, un maestro persuasivo y listo, y un hombre de confianza plena y alegre en Dios. En resumen, aparece como el modelo del sabio judío ideal.
Esta idealización no es del todo una alabanza del narrador. El análisis crítico de los dichos de Hillel, de sus dos promulgaciones legales para aliviar las dificultades económicas de la sociedad, e incluso de los motivos que las leyendas pretenden enfatizar, dejan pocas dudas de que Hillel efectivamente afectó profundamente la textura de la vida judía.
Aunque no se le describe en ningún lugar como el creador de las reglas para guiar al estudiante en la interpretación legítima de las Sagradas Escrituras, Hillel es incuestionablemente uno de los patrocinadores talmúdicos más influyentes y practicantes de una disciplina exegética consciente y cuidadosamente aplicada, necesaria para la explicación adecuada del contenido de la Biblia. Las «Siete Reglas» que empleó -algunas de las cuales recuerdan las reglas que prevalecían en las escuelas helenísticas donde se estudiaba e interpretaba a Homero- servirían de base para reglas más elaboradas en el siglo II. Las homilías o parábolas atribuidas a Hillel lo revelan como un magnífico pedagogo.
Además de sus otras dotes, Hillel poseía una felicitad epigramática que queda patente en sus dichos y que inevitablemente contribuyó a que fueran largamente recordados. Significativamente, en el tratado único de la Mishna (la colección autorizada de la Ley Oral), Pirqe Avot («Capítulos de los Padres»), Hillel es citado más que cualquier otro sabio talmúdico. Como jefe de una escuela conocida como la Casa de Hillel, consiguió ganar una amplia aceptación para su enfoque, que liberaba los textos y la ley de una interpretación servilmente literal y estricta; de hecho, sin él podría haberse desarrollado una rigidez y severidad inflexibles en las tradiciones heredadas.
La apreciación de Hillel de las necesidades socioeconómicas de su época y de las grandes posibilidades inherentes a los enunciados y valores bíblicos, además de su preferencia por la persuasión para transmitir su punto de vista, condujo a la adopción, con pocas excepciones, de la visión hilelita de la enseñanza talmúdica y a su establecimiento como norma jurídica.
Las fuentes salmúdicas hablan de la promoción de Hillel al liderazgo patriarcal después de haber demostrado su superioridad intelectual a los titulares de entonces. En cualquier caso, los patriarcas judíos -el término romano para los líderes oficiales de los judíos palestinos- hasta aproximadamente el siglo V, cuando el patriarcado llegó a su fin, eran descendientes de Hillel.
Muchas de las historias sobre Hillel, especialmente aquellas en las que se le contrapone a Shammai, se encuentran entre los relatos talmúdicos más populares de la literatura y el folclore judíos.