En la etapa fálica del desarrollo psicosexual, la experiencia decisiva de un niño es el complejo de Edipo que describe su competencia hijo-padre por la posesión sexual de la madre. Este complejo psicológico deriva indirectamente su nombre del personaje mitológico griego Edipo, que sin saberlo mató a su padre y poseyó sexualmente a su madre. Inicialmente, Freud aplicó el complejo de Edipo al desarrollo de niños y niñas por igual; luego desarrolló el aspecto femenino del desarrollo psicosexual de la etapa fálica como la actitud femenina de Edipo y el complejo de Edipo negativo; pero su alumno-colaborador Carl Jung propuso el «complejo de Electra», derivado del personaje mitológico griego Electra, que tramó una venganza matricida contra su madre por el asesinato de su padre, para describir la competencia psicosexual de una niña con su madre por la posesión de su padre.

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Complejo de Edipo: Edipo y la Esfinge, de Gustave Moreau, 1864.

A pesar de que la madre es el progenitor que satisface principalmente los deseos del niño, éste comienza a formar una identidad sexual discreta – «niño», «niña»- que altera la dinámica de la relación padre-hijo; los padres se convierten en el foco de la energía libidinal infantil. El niño centra su libido (deseo sexual) en su madre, y enfoca los celos y la rivalidad emocional contra su padre, porque es él quien se acuesta con la madre. Para facilitar su unión con la madre, el id del niño quiere matar a su padre (como hizo Edipo), pero el ego, basado pragmáticamente en el principio de realidad, sabe que su padre es el más fuerte de los dos varones que compiten por poseer psicosexualmente a la única mujer. No obstante, el niño temeroso sigue siendo ambivalente respecto al lugar que ocupa su padre en la familia, lo que se manifiesta como miedo a la castración por parte del padre físicamente mayor; el miedo es una manifestación irracional y subconsciente del Id infantil.

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Complejo de Electra: Electra en la tumba de Agamenón, por Frederic Leighton, c.1869

Al desarrollar una identidad psicosexual discreta, los niños desarrollan ansiedad de castración y las niñas desarrollan envidia del pene hacia todos los varones. La envidia de la niña tiene su origen en el hecho biológico de que, sin pene, no puede poseer sexualmente a la madre, como exige el id infantil; en consecuencia, la niña redirige su deseo de unión sexual hacia el padre. Así, progresa psicosexualmente hacia la feminidad heterosexual (que culmina con el nacimiento de un hijo) derivada de los deseos infantiles anteriores; su hijo sustituye al pene ausente. Además, después de la etapa fálica, el desarrollo psicosexual de la niña incluye la transferencia de su zona erógena primaria del clítoris infantil a la vagina adulta. Por lo tanto, Freud consideraba que el conflicto edípico de la niña era más intenso desde el punto de vista emocional que el del niño, lo que resultaba, potencialmente, en una mujer de personalidad sumisa y menos segura.

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