Las deformidades de las extremidades angulares son condiciones ortopédicas comunes en los perros, y una amplia variedad de deformidades pueden ocurrir. Estas deformidades se han descrito con mayor frecuencia en el antebrazo canino. Se ha especulado que la variación en la conformación angular de otros huesos largos contribuye a otras afecciones ortopédicas, como la luxación patelar y la rotura del ligamento cruzado craneal.

Hasta hace poco, no existía un vocabulario común dentro del léxico veterinario con el que discutir las deformidades angulares de todos los huesos afectados. Se utilizaban diferentes sistemas para describir la cantidad y la localización de las deformidades para diferentes huesos. Además, no existían parámetros para la angulación y las relaciones articulares normales, por lo que los objetivos de la corrección quirúrgica estaban mal definidos.

INVESTIGACIÓN DE LAS RELACIONES ANGULARES DE LOS HUESOS LARGOS

Un número de proyectos de investigación en curso en el Hospital de Enseñanza Médica Veterinaria de la Universidad de Missouri-Columbia (umcvmth) se centran en reexaminar una variedad de condiciones ortopédicas que se relacionan específicamente con la relación angular de los huesos largos. A través de esta investigación, se está estableciendo un vocabulario a partir de referencias diseñadas para su aplicación en humanos para describir uniformemente la cantidad, dirección y relación de todas las deformidades de los huesos largos en pacientes de animales pequeños. Este sistema de clasificación, denominado metodología del Centro de Rotación de Angulación (cora), fue desarrollado por el Dr. Dror Paley, cirujano ortopédico.1 La metodología del cora requiere comprender los ejes anatómicos y mecánicos del hueso afectado y la relación de estos ejes con las articulaciones adyacentes.1 Cuando un hueso está anormalmente angulado, también lo están los ejes del hueso. Estos ángulos axiales pueden utilizarse para ayudar a localizar y cuantificar sistemáticamente las deformidades, tanto si el hueso en cuestión es un radio como un fémur.

CLASIFICACIONES DE LAS DEFORMIDADES DE LOS LÍMITES ANGULARES

La angulación ósea anormal puede clasificarse en función del número de deformidades presentes, la dirección de las mismas y la relación de las deformidades entre sí (Figura 1).2

1. Figura 1. Fotografías preoperatorias y postoperatorias de un basset hound adulto que se presentó en el Hospital de Enseñanza Médica Veterinaria de la Universidad de Missouri-Columbia para la evaluación de deformidades antebraquiales bilaterales biapicales no compensadas (miembro anterior derecho) y parcialmente compensadas (miembro anterior izquierdo). Estas deformidades, localizadas y cuantificadas mediante la metodología CORA, fueron reparadas con múltiples osteotomías correctoras.

Los huesos con una, dos o tres o más deformidades pueden denominarse uniapicales, biapicales y multiapicales, respectivamente.

La direccionalidad de la deformidad se describe en tres planos: el plano frontal determinado en las radiografías de cráneo a caudal, el plano sagital determinado en las radiografías de medial a lateral, y rotacionalmente determinado por la exploración física y la radiografía. Se obtienen radiografías ortogonales que incluyen la articulación por encima y por debajo del hueso afectado; pueden tomarse radiografías oblicuas según sea necesario, dependiendo de la magnitud de la deformidad rotacional presente. Las desviaciones hacia y fuera de la línea media en el plano frontal se denominan varo y valgo, respectivamente. La inclinación craneal en el plano sagital se denomina procurvatum, y la inclinación caudal, recurvatum. La rotación puede ser interna o externa.

Si un hueso posee múltiples deformidades, también se puede describir la relación entre ellas.2 Por ejemplo, una deformidad en varo proximal y una deformidad en valgo distal se consideran parcialmente compensadas porque se producen en direcciones opuestas, representando así la adaptación complementaria del desarrollo de las fuerzas sobre las placas de crecimiento. Una deformidad biapical no compensada es aquella en la que las deformidades se producen en la misma dirección y, por tanto, la angulación empeora a lo largo del hueso. Algunas pruebas tempranas sugieren que las razas condrodistróficas, como los basset hounds, pueden tener una mayor incidencia de deformidades antebraquiales biapicales que otros perros (Fox DB, Appel SL. University of Missouri-Columbia Veterinary Medical Teaching Hospital, Columbia, Mo: Datos no publicados, 2007).

ESTABLECIENDO VALORES DE REFERENCIA

Una parte crítica de la corrección quirúrgica de las deformidades angulares de las extremidades de cualquier hueso es tener una referencia de lo que constituye la normalidad en ese paciente en particular para que se puedan establecer metas objetivas para la corrección quirúrgica. Si un animal está afectado unilateralmente, el lado opuesto, no afectado, puede utilizarse para obtener mediciones de los ejes anatómicos y mecánicos normales y su relación con las articulaciones asociadas para ese paciente. Sin embargo, si un perro está afectado bilateralmente, deben utilizarse los valores de referencia. En la actualidad se están realizando numerosos estudios en la umcvmth para informar de dichos valores de referencia en perros en función de la raza. Por ejemplo, el radio canino posee un procurvatum normal de unos 25 grados y está angulado dentro del antebrazo en el plano frontal en unos 2,7 grados.2 El fémur canino tiene una forma similarmente compleja, mostrando un varo distal normal de unos 4 a 8 grados dependiendo de la raza.3

LA METODOLOGÍA CORA Y LA CORRECCIÓN QUIRÚRGICA

Las alteraciones angulares de los huesos largos caninos están entre las cirugías ortopédicas más comunes que se realizan. Algunos ejemplos son la corrección de la deformidad radial-cubital,2 la corrección del varo distal excesivo del fémur en el tratamiento de la luxación rotuliana,4 y la osteotomía de nivelación de la meseta tibial para el tratamiento de la rotura del ligamento cruzado craneal.5 Cada una de estas cirugías es similar en el sentido de que el éxito de los procedimientos depende de la exactitud de la localización de la deformidad, la planificación preoperatoria utilizando referencias estándar normales y la ejecución correcta de la realineación ósea mediante osteotomías. Los principios de la cora, tal y como los esbozan Paley y otros, ayudan a realizar estas tareas al proporcionar un vocabulario utilizable y metodologías de corrección repetibles y coherentes.

A través de los estudios completados y actualmente en curso en el UMCVMTH, esperamos optimizar los resultados de la corrección de la deformidad angular de las extremidades en los pacientes de animales pequeños mediante el desarrollo completo de un vocabulario común, independientemente del hueso afectado, definiendo con mayor precisión los tipos comunes de deformidades angulares que se observan en perros y gatos, y demostrando la utilidad y el efecto de las diversas osteotomías utilizadas para la corrección de los huesos largos.

La información para «On the Forefront» fue proporcionada por Derek B. Fox, DVM, PhD, DACVS, Department of Veterinary Medicine and Surgery, College of Veterinary Medicine, University of Missouri, Columbia, MO 65211.

1. Paley D. Principios de la corrección de deformidades. Berlín: Springer-Verlagg, 2002.

2. Fox DB, Tomlinson JL, Cook JL, et al. Principles of uniapical and biapical radial deformity correction using dome osteotomies and the center of rotation of angulation methodology in dogs. Vet Surg 2006;35:67-77.

3. Tomlinson JL. Ángulos tibiales y femorales en perros normales, en Proceedings. Am Coll Vet Surg Vet Symp 2006;390-391.

4. Peruski AM, Kowaleski MP, Pozzi, et al. Treatment of medial patellar luxation and distal femoral varus by femoral wedge osteotomy in dogs: 30 casos (2000-2005), en Proceedings. 33rd Annu Vet Orthop Soc Meet, Keystone 2006;240.

5. Slocum B, Slocum TD. Osteotomía de nivelación de la meseta tibial para la rotura del ligamento cruzado craneal. En Bojrab MJ, ed. Current techniques in small animal surgery. 4th ed. Baltimore, Md: Williams & Wilkins, 1998;1209-1215.

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