Croeso, (fallecido c. 546 a.C.), último rey de Lidia (reinó c. 560-546), que fue famoso por su gran riqueza. Conquistó a los griegos de Jonia continental (en la costa occidental de Anatolia) y a su vez fue subyugado por los persas.

Miembro de la dinastía Mermnad, Creso sucedió en el trono a su padre, Alyattes, tras una lucha con su hermanastro. Se dice que Creso actuó como virrey y comandante en jefe antes de la muerte de su padre. Completó la conquista de Jonia continental con la toma de Éfeso y otras ciudades de Anatolia occidental. La falta de poder marítimo le obligó a formar alianzas con los isleños de Jonia, en lugar de conquistarlos. Su riqueza era proverbial, y realizó una serie de ricos obsequios al oráculo de Delfos.

Tras el derrocamiento del imperio medo por parte de los persas bajo el mandato de Ciro II el Grande (550), Creso se vio enfrentado al creciente poder del imperio persa. El rey lidio formó una coalición con Nabónido de Babilonia, y Egipto y Esparta prometieron enviar tropas. Tomando la iniciativa, Creso invadió Capadocia, una región de Anatolia oriental. Tras lo que evidentemente fue una batalla inconclusa en Pteria, regresó a su capital, Sardis, para reunir las fuerzas de la confederación. Ciro le persiguió, le cogió completamente por sorpresa y asaltó la ciudad (546).

El destino posterior de Creso se relata en varias fuentes antiguas. Según el poeta griego Báquilides, Creso intentó quemarse en una pira funeraria, pero fue capturado. Heródoto afirma que el rey, condenado por Ciro a ser quemado vivo, fue salvado por el dios Apolo y finalmente acompañó al sucesor de Ciro, Cambises II, a Egipto. El médico persa de origen griego Ctesias dice que Creso se vinculó posteriormente a la corte de Ciro y recibió la gobernación de Barene en Media.

Obtenga una suscripción a Britannica Premium y acceda a contenido exclusivo. Subscribe Now

Una de las historias más famosas sobre Creso es el relato de Heródoto sobre el encuentro (ficticio) de Creso con el legislador ateniense Solón. Se dice que Solón dio un sermón a su anfitrión sobre cómo la buena fortuna, y no la riqueza, era la base de la felicidad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.