La película se desarrolla principalmente en la casa de la familia MaGrath, una de esas extensas mansiones sureñas con cenadores y cúpulas y muchas escaleras y rincones donde las niñas pueden esconderse y reírse. Ahora las niñas son mayores, pero sus juegos continúan, y cotillean y confiesan infidelidades y adulterios, escándalos y traiciones. Estas no son unas niñas normales. Su madre fue portada nacional por ahorcarse a sí misma y al gato de la familia al mismo tiempo.

Las hermanas están interpretadas por Diane Keaton, Jessica Lange y Sissy Spacek, y durante todo el tiempo que duró el rodaje de esta película no dejé de temer la posibilidad de que se convirtiera en una serie de giros estelares y de actuaciones individuales. Ni hablar. Por algún milagro de la química, las tres actrices parecen unidas por una historia de conspiración casi desde la primera toma. Crean un conjunto tan sencillo que fui capaz de creer que eran hermanas, a pesar de sus diferencias físicas. El reparto también parece estar a gusto en la larga y enferma historia familiar: Tess Harper tiene un par de escenas maravillosas como Chick Boyle, la prima escandalizada que vive en la puerta de al lado; Sam Shepard aparece como uno de los muchos amantes de Lange, y David Carpenter se divierte mucho como el abogado de la familia que tiene que lidiar con algunas fotografías vaporosas.

Las chicas MaGrath no tienen buena suerte con sus amantes. Babe (Spacek) decidió disparar a su marido después de que éste pusiera fin a su aventura con un adolescente vecino precoz. Lenny (Keaton) conoció a un hombre de Tennessee a través de uno de esos clubes de corazones solitarios, pero rompió por la inseguridad que le produce un ovario encogido. Meg (Lange) quiere ser cantante y se ha marchado a Hollywood, donde ha tenido muchas conquistas, sin duda, pero ninguna de ellas demasiado exitosa, a juzgar por el hecho de que vuelve a casa en el autobús.

«Crímenes del corazón» establece un cierto ritmo de resorte al tratar este material. En cierto modo, tiene más en común con el trabajo de Henley en «True Stories» de David Byrne que con su guión para «Nobody’s Fool» (1986), la reciente película con Rosanna Arquette como una mujer de pueblo despechada que huye con un tramoyista visitante. Henley siempre parece estar a caballo entre el realismo sencillo y la observación sardónica, y sus MaGraths están emparentados con los grotescos y excéntricos de «True Stories». Reúnen en torno a ellos todo el atrezzo de la vida cotidiana -las velas de cumpleaños y las sillas del porche, las camionetas y los dormitorios chinos-, pero en realidad están más locos que las tartas de frutas.

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