La alcachofa de Jerusalén o Helianthus tuberosus pertenece a la misma familia que la escarola, la lechuga y el girasol: la familia de las Asteráceas.

Hay varias variedades de alcachofa de Jerusalén. Dependiendo de la variedad, el color de la raíz cambia. Puede ser blanca o amarilla, o incluso rosa y púrpura, como la ‘Rouge du Limousin’ o la ‘Violet de Rennes’.

Este tubérculo se puede consumir de noviembre a abril. En Europa, la producción de alcachofa de Jerusalén se cultiva principalmente en Francia, Alemania y los Países Bajos.

También se la llama «alcachofa de invierno», «pera de tierra» y también «trufa canadiense».

Descubra esta deliciosa hortaliza de raíz que tanto favorece a la salud de nuestro organismo.

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La alcachofa de Jerusalén, una breve historia

En francés, la hortaliza se llama «topinambour», que, curiosamente, lleva el nombre de una tribu brasileña llamada «Tupinambas».

La alcachofa de Jerusalén es en realidad originaria de América del Norte.

El explorador Samuel de Champlain trajo la planta desde Canadá en el siglo XVII.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la alcachofa de Jerusalén fue un alimento básico que sustituyó a las patatas que fueron requisadas por los ocupantes alemanes.

Después de la guerra, la gente desdeñó estas patatas y no quiso comerlas más porque estaban relacionadas con una época de extrema necesidad y racionamiento.

Hoy en día, esta hortaliza está volviendo a aparecer en nuestras dietas, lo que nuestro paladar sólo puede agradecer.

Beneficios para la salud y valor terapéutico de la alcachofa de Jerusalén

La alcachofa de Jerusalén es excelente para el tránsito intestinal. Este alimento tan eficaz favorece la digestión y regula el tránsito intestinal en caso de estreñimiento.

Además, las cantidades muy elevadas de inulina, que es un polisacárido a menudo presente en las plantas. Este compuesto elimina las bacterias nocivas que a veces viven en el colon. En realidad, protege las bacterias buenas que forman parte de nuestra flora intestinal y que son beneficiosas a la hora de defender el organismo.

La alcachofa de Jerusalén contribuye a la pérdida de peso gracias a esta inulina. La alcachofa de Jerusalén es un excelente supresor del apetito. Hace que el estómago señale rápidamente que está lleno, y así aleja el deseo de comer en exceso o de picar.

La alcachofa de Jerusalén preserva nuestra salud

Reduce los niveles de colesterol malo y favorece el colesterol bueno. Así, preserva nuestras arterias y limita la aparición de enfermedades cardiovasculares.

La alcachofa de Jerusalén es un excelente desinfectante.

La alcachofa de Jerusalén aporta muchos oligoelementos: magnesio 17 mg/ 3,5 oz (100 g) y calcio 14 mg/ 3,5 oz (100 g) para la salud y la estructura ósea. Por eso la alcachofa de Jerusalén compensa tan bien la osteoporosis.

También lleva hierro que es excelente para promover el flujo de oxígeno en la sangre y dentro de las células del cuerpo. Ayuda a combatir la anemia.

También hay potasio, 429 mg / 3,5 oz (100 g), que regula la presión arterial, la contracción muscular y la transmisión de los impulsos nerviosos.
Y también fósforo 78 mg/ 3,5 oz (100 g), y sodio 4mg/ 3,5 oz (100 g).

La vitamina C que aparece en la alcachofa de Jerusalén es un potente antioxidante que protege nuestro organismo de los radicales libres, del envejecimiento celular ya que estimula el sistema inmunológico.

La alcachofa de Jerusalén también contiene cantidades menores de vitaminas del grupo B y pro vitamina A.

Es recomendable para las madres lactantes ya que acelera la producción de leche.

Precauciones: La alcachofa de Jerusalén podría provocar flatulencias y problemas estomacales. Algunas personas no son capaces de digerirla bien.

La alcachofa de Jerusalén en la cocina

Imparte 4 veces menos calorías que las patatas. Es la verdura perfecta para su dieta de adelgazamiento.

Como su índice glucémico es tan bajo (15), la alcachofa de Jerusalén puede incluirse directamente en las dietas de las personas diabéticas. De hecho, no provocará ese molesto pico de glucemia (niveles de glucosa en la sangre).

El sabor es bastante parecido al de la alcachofa, por lo que el nombre de «alcachofa» se le pegó a la planta.

Se puede comer tanto cruda como cocinada.
Las formas sabrosas en que se suele preparar la alcachofa de Jerusalén son al vapor, en puré, al horno con coliflor, añadida al pisto o a una tortilla.

Las sopas y las cremas también son una forma deliciosa de comerla.

Hay quien la ralla y la condimenta para los entrantes.

Al horno con una pizca de aceite de oliva y una pizca de especias es una gran guarnición.

La alcachofa de Jerusalén también combina bien con las setas.
>Sopa de alcachofa de Jerusalén y crema de trufahttps://www.nature-and-garden.com/recipes/jerusalem-artichoke-cream-soup.htmlSopa de crema de alcachofa de Jerusalén y trufa

Las flores de la alcachofa de Jerusalén son comestibles y se pueden añadir a las ensaladas mixtas.

Ideas saladas:

En ensaladas mixtas, la alcachofa de Jerusalén es suprema con ensalada de maíz y aderezo de ensalada con limón.

Salteada en una sartén, la alcachofa de Jerusalén acompañará bien a la carne.

Consejo inteligente sobre la alcachofa de Jerusalén

Conservación de la alcachofa de Jerusalén: esta frágil hortaliza sólo se conserva unos días

en el estante de verduras de su frigorífico.

Consejo de pelado de Nature-and-Garden: la forma «retorcida» de esta raíz hace que pelar la alcachofa de Jerusalén sea un poco difícil. Para que sea más fácil, hierva o cocine la alcachofa de Jerusalén con la piel junta. Una vez cocida, se pelará muy fácilmente.

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