Autojustificación: El asesino trata de culpar de sus crímenes a la madre, a la que considera responsable de la ruptura de la familia. Esto puede implicar que el asesino llame por teléfono a su pareja antes del asesinato para explicarle lo que va a hacer. Para estos hombres, su condición de sostén de la familia es fundamental para su idea de la familia ideal.
Decepcionado: Este asesino cree que su familia le ha defraudado o ha actuado de forma que socava o destruye su visión de la vida familiar ideal. Un ejemplo puede ser la decepción por el hecho de que los hijos no sigan las costumbres religiosas o culturales tradicionales del padre.
Anómico: En estos casos la familia ha quedado firmemente ligada en la mente del asesino a la economía. El padre ve a la familia como el resultado de su éxito económico, que le permite exhibir sus logros. Sin embargo, si el padre se convierte en un fracaso económico, considera que la familia ya no cumple esta función.
Paranoico: Aquellos que perciben una amenaza externa para la familia. A menudo se trata de los servicios sociales o del sistema judicial, que el padre teme que se ponga en su contra y le quite los hijos. Aquí el asesinato está motivado por un retorcido deseo de proteger a la familia.