De todas las vitaminas, la K es quizá una de las que menos conoce la población, aunque cumple una función básica para el organismo y, por tanto, merece un lugar destacado en nuestra dieta junto a las vitaminas A, C y D.
En realidad, hay dos tipos de vitamina K: por un lado, la más común, la filoquinona (vitamina K1) que se encuentra de forma natural en una gran variedad de plantas y, por otro, la menaquinona (vitamina K2), que se encuentran en alimentos fermentados, en productos de origen animal y en el microbioma intestinal. Nuestro organismo procesa una parte de la vitamina K1, convirtiéndola en vitamina K2, por lo que los dietistas recomiendan ingerir más alimentos ricos en vitamina K1.
La vitamina K tiene un efecto protector del corazón, mantiene nuestros huesos fuertes, previene la calcificación de las arterias y juega un papel muy importante en el proceso de coagulación de la sangre. Actualmente, la dosis diaria recomendada por las autoridades sanitarias europeas se sitúa en los 75 microgramos (mcg) al día para adultos y adolescentes y en los 35 microgramos para los niños. Una ración de brócoli o de col rizada nos aporta esta cantidad de vitamina K recomendada.
Pero, ¿qué pasa si nos quedamos cortos? En realidad, es muy raro tener una deficiencia de vitamina K, si seguimos las directrices de las autoridades sanitarias y lo cierto es que, en nuestra sociedad, es más frecuente el déficit de alimentos integrales. Aun así, la ingesta de vitamina K es muy baja entre la población europea si la comparamos con países como China o Japón (250 mcg /día).
Cuanto más cantidad mejor, por supuesto, pero con una sola porción de verduras al día obtendremos las cantidades recomendadas. Los alimentos integrales contribuyen a prevenir la aparición de diversas patologías, mientras que las vitaminas y los antioxidantes actúan sinérgicamente con el organismo. Los suplementos son otra historia. La vitamina K es una vitamina liposoluble, por lo que no se elimina inmediatamente cuando hay un exceso de la misma y, por tanto, se queda almacenada en el organismo. Solo debemos tomar suplementos de vitamina K cuando nos los recete el médico y no hacerlo nunca si estamos tomando medicamentos anticoagulantes.
Por suerte, estos suplementos no son necesarios si incluyes en tu dieta alimentos ricos en vitamina K como los que aquí te presentamos.